Impuestos y Cisnes Negros

Corría el año 1697 cuando, navegando por un río del suroeste de Australia Occidental, Willem de Vlamingh, capitán holandés, se convertía posiblemente en el primer europeo en avistar un grupo de cisnes negros. Cuando colonos ingleses, de vuelta de Australia, trajeron a Europa unos ejemplares de esa nueva especie de cisnes (Cygnus atratus), hubo una gran conmoción en una sociedad que, hasta entonces, hubiera jurado que todos los cisnes eran blancos.

PontevedraViva, 08/08/2023

Hace unos años, el escritor libanés, Nassim Nicholas Taleb, publicó el libro titulado «El Cisne Negro: El impacto de lo altamente improbable». Con ese título, el autor hace referencia a ese  momento en que la firme creencia que se tenía de que todos los cisnes eran blancos se derrumbó en cuanto la exploración del continente australiano certificó la existencia de cisnes negros.

De esa forma, el concepto «Cisne Negro» le sirve al autor para indicarnos que, del hecho de que algo no hubiese sucedido nunca, no podemos deducir que no vaya a acontecer en un futuro próximo o lejano. Y, además, nos alerta de las repercusiones que la aparición de tales hechos «altamente improbables» puedan tener en nuestras vidas.

Dicho de otro modo, Nassim Taleb nos advierte de lo inapropiado que pueden resultar decisiones que no contemplen la incertidumbre, el riesgo que significaría la puesta en escena de un “Cisne Negro” dando al traste con todas las expectativas previstas.

Viene esto a cuenta de unas declaraciones realizadas hace pocos días por el Presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), Juan Manuel Vieites, solicitando del nuevo gobierno que pueda salir de las Cortes una bajada de impuestos «para todos, generalizada». Además, señalaba la necesidad de un modelo que «reduzca y simplifique el sistema fiscal, tanto en número de tributos como en presión, tanto a ciudadanos como a empresas».

Si tuviéramos que presentar un caso de «Cisne Negro» acaecido en los últimos años, la pandemia que a nivel planetario provocó la COVID-19 sería sin duda el mejor ejemplo que podríamos encontrar. Un acontecimiento que significó un impacto brutal en nuestras vidas, que afectó al conjunto del planeta y que demostró lo poco preparados que estábamos para hacer frente a ese tipo de «impactos de lo altamente improbable».

Pues bien, si algo nos demostró ese «Cisne Negro» fue la necesidad de contar con un modelo de Estado de Bienestar fortalecido, que pueda dar una respuesta razonable a las necesidades creadas por la llegada de un «Cisne Negro», que permita construir nuestras vidas cotidianas y, al mismo tiempo, tenga presente el riesgo latente de la incertidumbre.

Así pues, disponer de gobiernos que cuenten con unos servicios públicos esenciales (educación, sanidad, servicios sociales) vigorosos y robustos, así como con los recursos suficientes para poder proteger a la ciudadanía, de forma especial a los más vulnerables, no resulta una cuestión baladí sino una exigencia que nos debiera parecer obvia a todos los efectos.

Es por ello que no puedo entender lo que, para mí, suponen unas declaraciones dotadas de un alto grado de frivolidad. Bajar de forma generalizada los impuestos, como pretende el presidente de la CEG, solo puede dar pie a debilitar nuestro Estado de Bienestar.

Por cierto, un Estado de Bienestar aún exangüe tras años de recortes y de aplicación de unas políticas neoliberales que han mermado sobremanera su solidez. Las políticas impositivas deben permitir proceder a su reconstrucción y dotarlo de la resiliencia necesaria para hacer frente a nuevos embates. El problema no está en las aportaciones a la «cosa común» a través de impuestos, sino en la redistribución de la riqueza a través de políticas fiscales justas y equilibradas.

Por lo tanto, si queremos contar con un Estado que disponga de márgenes de actuación que permitan hacer frente a nuestras necesidades actuales y que también cuenten con el músculo necesario para afrontar la previsible aparición de nuevos «Cisnes Negros», la respuesta no puede ser la dada por el representante empresarial, sino el de ponernos como objetivo trabajar para contar con un sistema tributario justo, progresivo y responsable, basado en una correcta y equitativa distribución de las cargas fiscales de forma que aporten más a la sociedad aquellos que más posibilidades tengan de hacerlo en función de su situación económica, ya hablemos de personas, ya hablemos de empresas.

¿Qué pensar cuando en las noticias sobre economía leemos que «las empresas del Ibex disparan un 35% su facturación en 2022, con los beneficios en máximos», que «la banca sigue de récord: gana casi 12.400 millones en lo que va de año, un 20% más» o que «el 1% de la población española acumula el 23,1% de la riqueza total del país»?

¿De verdad que a alguien le puede parecer justo una bajada generalizada de impuestos? ¿Una bajada urbi et orbi? Va a ser que no.

Gracias por compartirlo en tus redes:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *