UE2024.- ¿A cuánto la Motosierra?

Este próximo domingo se celebran las elecciones a la Unión Europea. Hasta aquí no digo nada que no sea conocido por todos y tampoco diré nada nuevo si señalo la escasa ilusión que transmiten estos comicios en el conjunto de la ciudadanía llamada a votar.

Sin embargo, estamos ante un momento clave para el futuro de la UE. En estas elecciones nos jugamos, y no es cuestión trivial, las políticas que pretendemos se pongan en práctica, así como los principios y valores en los que se asientan.

Diario de Pontevedra, 05/06/2024

Quiero pensar, confieso que no con demasiada esperanza, que lo ocurrido en los años de pandemia, en los años COVID, debiera haber servido para asentar en cada uno de nosotros la necesidad y la conveniencia de que los principios de equidad, de justicia social y de solidaridad, como base de las políticas, perduren en el tiempo y no solo en los momentos de crisis.

Ya resulta manido el solicitar de los votantes un esfuerzo para que imaginen que hubiera ocurrido si fueran las políticas del austericidio las que se hubieran puesto en práctica en esos oscuros años. Manido, sí, pero tan manido como necesario.

Reiterativo es también señalar como la sociología electoral indica que los electores tendemos a votar con la emoción y no con la razón. Ignoro cuánto de verdad hay en dicha afirmación, pero resulta en extremo preocupante que sea la emoción y no la razón la que dicte nuestro voto. Mal vamos si no reflexionamos con rigor el camino que marcará nuestra papeleta.

Incluso tacharía de frivolidad cualquiera de esos votos que parten de la emoción, de no ser porque sabemos que la situación de muchos de esos votantes, su vulnerabilidad socioeconómica y su sensación de abandono son factores que nublan la reflexión debida y, por el contrario, los convierte en presa fácil de los “falsos profetas”, aquellos de los que la Biblia ya invitaba a cuidarnos.

Trump, falso profeta donde los haya, empezó vendiendo zapatillas doradas, «Never Surrender» (Nunca te rindas), a 370 euros el par para, posteriormente, no repara en vender Biblias a 60 dólares bajo el eslogan «Hagamos que América ore otra vez» (Make America Pray Again). Todo vale para hacer caja y que sus simpatizantes paguen sus cuantiosas multas.

Desconozco los objetos que Javier Milei, gran admirador de Trump y actual presidente argentino, incorporó a su “merchandising” electoral, pero sí sabemos, porque así lo manifiesta de forma reiterada, lo que realmente quiere vender: vender la sanidad pública, vender la educación pública, vender las ayudas sociales y vender las pensiones públicas. Todo ello, como se dice en las rebajas, “hasta agotar las existencias”. Y, a modo de la Tizona del Cid Campeador, enarbola su ya famosa “MM”, Motosierra Milei, para desbrozar todo atisbo de justicia social y allanar el camino a la privatización del conjunto de un Estado de Bienestar que solo lo será para quienes se puedan permitir pagarlo.

Un Milei que, en su reciente visita a España, ha lanzado sus soflamas en los mítines de VOX ante un Javier Abascal encantado con la “MM”. Meloni, en Italia, o Marine Le Pen, en Francia, tampoco se han cortado en sus alabanzas al presidente Milei, a sus políticas y a su flamante Motosierra. De Orban, también invitado como las dos anteriores a los actos de VOX, ya ni hablamos.

La amargura y la pesadumbre nos acecha al comprobar que al PP de Núñez Feijóo tampoco le importa contemporizar con la extrema derecha española y europea. Y recordemos como la semana pasada, la candidata de los populares europeos (PPE), Ursula von der Leyen, señalaba que pactarían con la ultradererecha si es necesario, rechazando cualquier tipo de cordón sanitario que aislara a estos partidos.

En fin, ¿a cuánto las Políticas de Motosierra para la Unión Europea?, ¿a cuánto las políticas del austericidio y la progresiva privatización/desintegración del Estado del Bienestar? La respuesta está en nuestras manos, en la papeleta que ingresemos en las urnas el próximo domingo. Aprendamos de nuestra historia reciente, apliquemos las razones y contengamos las emociones. Mucho nos jugamos pese a quien pretenda convencernos de lo contrario.

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