¿Pedro Sánchez? La pieza a cazar es la democracia misma

No tengo ninguna duda de que los ataques que viene sufriendo Pedro Sánchez a niveles tan personales que alcanzan a su propia familia, y que debieran repugnar a cualquier demócrata, no son más que la punta visible de un iceberg que oculta bajo las aguas el verdadero objetivo de tal persecución.

Diario de Pontevedra, 26/04/2024

La pieza a cazar no es otra que la democracia misma y sus autores son aquellos que creen que el poder les corresponde por mandato divino a ellos, solo a ellos, y que lo más que están dispuestos a aceptar es una pseudo-democracia en la que se mantenga la parafernalia formal necesaria, pero cuyo resultado sea que el poder real quede siempre en sus manos. Y, como bien podemos ver, no están dispuestos a pararse en barras.

Hago mías las palabras de mi buen amigo, el filósofo Manuel Cruz, cuando en su magnífica obra “El Gran Apagón: El eclipse de la razón en el mundo actual” afirmaba lo siguiente: «El derecho a criticar en la plaza pública conlleva el deber de hacerlo con argumentos consistentes».

Como bien indica Cruz, un derecho implica un deber. Y en este caso, en una democracia sana y merecedora de tal nombre, implica que quien pretenda hacer uso del derecho a la palabra en la esfera pública tiene el deber de hacerlo con respeto a la razón y a la verdad, con argumentos rigurosos y constatables. La discrepancia y la crítica no son incompatibles con la razón, sino que, bien al contrario, deben basarse en ella.

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«El derecho a criticar en la plaza pública conlleva el deber de hacerlo con argumentos consistentes»

Manuel Cruz

Sin duda, el gran apagón de la razón significará el fin de la democracia misma de no poner pronto remedio a tamaño desatino. Y, no nos engañemos, no son pocos los que pretenden tal objetivo.

 “No usarás el nombre de Dios en vano”, reza el segundo mandamiento de la Iglesia Católica. Pues bien, es la palabra lo más sagrado de una sociedad democrática y como tal nunca debiera ser usada en vano sin que ello conlleve consecuencias para el que de tal modo la emplee.

No cabe duda de que unos en mayor medida que otros, pero lo cierto es que todos somos responsables de que no se produzca ese «eclipse de la razón» señalado por Manuel Cruz. Los silencios no hacen otra cosa que dar alas a quienes apuntan en esa dirección. La democracia solo saldrá triunfadora de este envite si todos ponemos nuestro empeño en ello. De no ser así, aquellos que defienden sus eternos privilegios serán los que salgan ganadores de esta batalla.

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