Estaríamos muertos (¿qué paciente tenemos en la mesa?)

La pregunta no es baladí, ¿qué paciente tenemos en la mesa?, y la respuesta no puede ser más clara: el paciente somos cada uno de nosotros y del tratamiento administrado dependerá que sigamos o no con vida.

Esta reflexión surge de la relectura de una entrevista realizada a Emilio Ontiveros en mayo de 2020. En ella, el economista y presidente de Analistas Financieros Internacionales afirmaba lo siguiente:

«La crisis está poniendo de manifiesto que sin el papel de las instituciones públicas del Estado estaríamos muertos»

Publicado en el Diario de Pontevedra, 12-03-2022

Excepto los «terraplanistas», los abonados al «negacionismo político» por conveniencia y porque sí, no creo que nadie ponga en duda el papel fundamental que el Estado, a través de sus instituciones. ha asumido y asume en la actual crisis de la COVID-19. Pero con la misma convicción creo que, a excepción de los ya mencionados, todos reconoceremos que, lamentablemente, la pandemia nos permitió ver las costuras de unos servicios esenciales (sanidad, educación, protección social,…) debilitados a costa de unos severos recortes producidos por un gobierno de Mariano Rajoy que, con la crisis del 2011 como excusa, impulsó el modelo neoliberal en nuestro país en contraposición al modelo del Estado del Bienestar.

Lo más lamentable es que, una vez comprobado de forma fehaciente las consecuencias de la apuesta neoliberal, el defenestrado líder del Partido Popular, Pablo Casado, seguía insistiendo en ese modelo, reclamando mayores recortes en los servicios públicos con sus continuas propuestas de seguir bajando impuestos. Un Pablo Casado que pregonaba a viva voz:

«Vamos a presentar una bajada de impuestos de 10.000 millones»

Bajadas de impuestos que lamentablemente jamás benefician a los sectores más vulnerables ni a las clases medias, pero que sí ocasionan una gran merma de las arcas públicas y, por lo tanto, un deterioro de los servicios públicos esenciales, de esos servicios públicos a los que todos acudimos excepto aquellos que se pueden permitir el lujo de recurrir siempre a instituciones privadas, muchas de las cuales también se aprovechan de aportaciones de dinero público.

Y sobre esta cuestión también reflexionaba Emilio Ontiveros. Y su aserto no tiene desperdicio:

«Lo que no tiene sentido es que algunos políticos hablen de bajada de impuestos. Es no saber qué paciente tenemos encima de la mesa»

Y esa es la clave de la cuestión, no saber -más bien no querer saber- qué paciente tenemos en la mesa. Porque el paciente, habrá que repetirlo una y otra vez, somos todos y cada uno de nosotros. Todos y cada uno de los que cotidianamente somos usuarios de las distintas instituciones públicas: sanidad pública, educación pública, ingreso mínimo vital, pensiones, y servicios sociales, entre otras.

Una frase referida a los impuestos y que siempre aparece en boca de quienes atacan el modelo de Estado del Estado del Bienestar es la siguiente:

“El dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos”

Nada mejor que la respuesta que a esta frase, en una reciente entrevista, daba el presidente del Comité Experto de la Reforma Fiscal, Jesús Ruiz-Huerta:

“Me parece lamentable. Sobre todo, que lo diga un cargo público. Si realmente cree que el dinero está mejor en los bolsillos de los ciudadanos, que se vaya”

Defender que el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos es olvidar los grandes esfuerzos que ha supuesto, después de las dos grandes guerras mundiales, la consolidación de un Estado del Bienestar que tenía como condición dotar al conjunto de la ciudadanía de un manto protector en todo lo que se refiere a los servicios esenciales, constituyendo además una condición indispensable para avanzar en equidad e igualdad través del incremento y consolidación de una amplia clase media con una condiciones de vida dignas y confortables. La educación pública es un claro ejemplo, así como la protección a la clase trabajadora a través de los seguros del paro o de enfermedad, el salario mínimo o la universalización de las pensiones.

También una sanidad que, ahora sí con la pandemia, pudimos ver como en un estado de gran debilidad tenía que dar respuesta a la mayor crisis sanitaria de la historia moderna. Una pandemia que ha plasmado de forma evidente la falsa dicotomía entre defender la salud o defender la economía. Antón Costa, actual Presidente del Consejo Económico y Social, lo expresaba así:

“Ambos son objetivos deseables, pero la prioridad es la salud. Es el motor de arranque de la economía. La primera lección de esta pandemia es, por tanto, que los costes de la No-Salud son inasumibles”

Así pues, que de la terrible situación provocada por la pandemia, y ahora agravada por el drama de la guerra en Ucrania, reafirmemos como sociedad, y con fuerte y sólida convicción, la necesidad de fortalecer los pilares básicos de un modelo de Estado del Bienestar basado, eso sí, en políticas fiscales justas, distributivas, eficaces y eficientes.

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