¡Es la ideología, estúpido!
Fueron Ronald Reagan y Margaret Thatcher los mandatarios que en la década de los 80 expandieron urbi et orbi las políticas neoliberales. Luego comenzó un proceso de debilitamento de los servicios públicos esenciales que consiguió su cota más alta con la crisis financiera del año 2008, cuando a esas políticas neoliberales se le añadieron las políticas de austeridad que tanto daño causaron a los países y a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Entretanto, se expandía el mensaje de que hablar de ideologías, hablar de derechas e izquierdas, era un asunto ya superado que no servía ni para explicar el mundo en el que vivimos, ni para proyectar políticas de futuro que transformen la sociedad. Un mantra mendaz inoculado en la sociedad por todos los canales posibles de comunicación.
Al mismo tiempo, el neoliberalismo de la austeridad colocaba como valor máximo del sistema la “eficiencia” en lugar de la “equidad”. De este modo, en nombre de la “eficiencia”, se producían políticas de recortes masivos en el gasto social, en los servicios públicos esenciales, clavando un estoque de muerte al Estado del Bienestar moldeado en Europa, con distintos matices y velocidades, desde la postguerra.
La pandemia multiplicó los efectos de la aplicación de las reglas de la ideología neoliberal y dejó al descubierto las trágicas consecuencias en nuestras vidas. De pronto todos pudimos contemplar la debilidad de un Estado carente de la musculatura necesaria para poder afrontar los retos sanitarios, educativos, económicos y sociales que se le venían encima y así poder dar la debida respuesta, especialmente a los sectores sociales que más lo necesitaban.
Los férreos defensores del neoliberalismo pretenden argumentar que estamos hablando de errores del sistema que, una vez analizados, podrán ser corregidos, pero nada más falaz. Precisamente, un Estado débil es el principal efecto pretendido por los partidarios de esta ideología. Y los resultados están bien a la vista.
En nuestro país bien sabemos de lo que estamos hablando. La respuesta a la crisis financiera implementada por el presidente Mariano Rajoy durante los años de gobierno del Partido Popular (2011-2018), fue un ejemplo de libro de la ideología neoliberal con la máxima de la austeridad. Por cierto, políticas que antes ya habían sido experimentadas por los gobiernos del Partido Popular en Madrid y Galicia, en especial en lo que atañe a la privatización de los sectores públicos.
Así, en plena pandemia, nos encontramos con un Sistema Sanitario Público falto de plazas hospitalarias, carente de recursos básicos y con una gran merma de profesionales. Lo mismo cabe decir si hablamos de políticas educativas, de residencias de ancianos o de políticas sociales y de protección a los trabajadores. Por cierto, políticas que mostraron la falacia de la supuesta “eficiencia” de un sistema que, tomando cómo ejemplo la sanidad, mostró el tremendo coste que supone el abandono y la no-inversión en salud. Si algo quedó bien claro es que no hay nada peor para la economía de un país que abandonar la inversión en salud pública.
Afortunadamente, la crisis provocada por el coronavirus, cogió a nuestro país con un cambio de gobierno y, por tanto, con un cambio de la ideología dominante. Esta cuestión permitió promover un profundo cambio en las líneas de actuación políticas, volviendo a colocar la “equidad” como punto fulcral de los valores y de la reconstrucción del Estado del Bienestar. Algo que quedó reflejado en el lema repetido una y otra vez desde el gobierno de Pedro Sánchez: “que nadie se quede atrás”.
Una actuación que no quedó reducida al ámbito estatal, sino que provocó una exitosa lucha ante la Unión Europea para que rectificara las políticas de austeridad y de recortes, que tanto mal causaron, por políticas de mayor solidaridad financiera.
Todos recordamos la frase que James Carville, estratega de Bill Clinton en la campaña de 1992 en la que accedió la presidencia de Estados Unidos, convirtió en lema oficioso de aquella exitosa operación: “the economy, stupid”. Frase luego popularizada como “Es la economía, estúpido”.
En el momento actual, casi tres décadas después, la crisis provocada por el virus SARS-CoV-2, la desgarradora pandemia que asola al planeta, determina la necesaria corrección que debe realizarse a dicha frase. La respuesta a las preguntas acerca de qué nos está pasando y por qué nos está pasando sólo puede ser una:
¡Es la ideología, estúpido!