Equidad y Pandemia: ¿Solidaridad o Egoísmo?¿Fracaso moral o fracaso de la inteligencia?
«Queda mucho camino por recorrer; ahora nos enfrentamos al desafío de las nuevas cepas. Esta pandemia no se acabará hasta que vacunas efectivas lleguen a todas las personas”. Esta frase pronunciada por Frederik Kristensen, director ejecutivo adjunto de la Coalición para las Innovaciones en Preparación ante Epidemias (CEPI), nos sitúan ante lo reto que supone conjugar Pandemia con Equidad.
El anuncio publicado hoy por el periódico EL PAÍS de que pronto se suministrarán 337 millones de vacunas a 140 países con menos recursos, es sin duda una buena noticia en el camino de acabar con la plaga provocada por la COVID-19 y así acercarnos a la deseada «equidad inmunitaria» ante el virus. Y coincido en parte (luego explicaré por que sólo en parte) con Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, que alertaba de un “fracaso moral catastrófico si no se garantizaba el acceso equitativo a las vacunas”.
Por tanto, estaríamos ante una gran acción orquestada por los países ricos que, en base a su magnanimidad, filantropía y generosidad, ayudan a los países pobres a afrontar la terrible crisis sanitaria provocada por el virus SARS-CoV-2. Pero a esta línea argumental creo que podríamos darle una vuelta más y contemplar esta acción desde una óptica más compleja.
Pensemos por un momento que los países del primer mundo dejen abandonados a su suerte a los países del tercer mundo en lo que respeta a esta pandemia. Las consecuencias que se derivarían de este enfoque parecen bastante evidentes:
- Pervivencia de la pandemia en nuestro planeta. Aparición periódica de nuevas mutaciones.
- Reelaboración constante de nuevas vacunas que pudieran inmunizar contra esas nuevas cepas del virus.
- Nuevas cepas cuya presencia en los países desarrollados sería inevitable pese a cualquier sistema de confinamiento o cierre.
- Una crisis sanitaria, social y económica constante y en continuo crecimiento en todo el planeta.
Por tanto, las acciones que se están llevando a cabo para hacer accesible las vacunas a los países más vulnerables son actuaciones que conllevan un grande interés por parte de un primer mundo que no se puede considerar a salvo de las consecuencias de la pandemia hasta que consigamos acercarnos a la inmunidad planetaria.
Por eso, aunque quiero pensar que la Solidaridad y la Equidad, como grandes valores de nuestra moral occidental, son responsables de nuestras actuaciones en favor de los países menos favorecidos, no puedo evitar constatar que el propio Egoísmo de las sociedades ricas es motivo más que suficiente para hacerlo de este modo.
¿Sería un «fracaso moral catastrófico», como decía T. La. Ghebreyesus? Sí, sin duda, pero sobre todo un fracaso de la inteligencia, ya que sólo por egoísmo de la población privilegiada de los países enriquecidos tendríamos que actuar con contundencia para asegurar el acceso a las vacunas a aquellos países que por sus propios medios nunca podrían acceder a ellas.