Emilio Pérez Touriño: «Pero insisto, el camino no está escrito»
Tuve el honor de formar parte del Grupo Socialista en el Parlamento de Galicia, en la V Legislatura, cuando Emilio Pérez Touriño asumió la Presidencia de la Xunta de Galicia. Sin duda, para mí, los mejores cuatro años de la política gallega en democracia, algo que se justifica sobradamente por el aval de lo realizado y, permítaseme, también por lo proyectado y que, por desgracia, no llegó a materializarse tras el borrón y cuenta nueva que supuso la llegada al poder de Núñez Feijóo. Sí, bien lo sé, es un juicio de parte, pero no albergo ninguna duda de que la historia así lo reconocerá.
Pero en fin, a lo que vamos, la nueva publicación de Pérez Touriño, «El horizonte europeo». Un texto que supone una profunda y rigurosa reflexión sobre temas que figuran en la actual agenda política, un texto que combina el rigor del doctor en Economía, la praxis del gestor político y la didáctica del docente. Un simple vistazo al índice nos da una muy buena idea del contenido del mismo:
- Sobre el estado del bienestar
- La crisis del paradigma socialdemócrata
- La Gran Recesión de 2008: la quiebra del modelo neoliberal
- La debilidad socialdemócrata
- La ineludible apuesta europea
- Mercado de trabajo y sistema de pensiones: los eslabones frágiles de nuestro estado de bienestar
- La centralidad del Estado: la respuesta europea a la pandemia
- Una nueva época. ¿La socialdemocracia revisitada?
- Postscriptum: La UE en el nuevo escenario geopolítico tras la guerra de Ucrania
Los cuatro conceptos clave que se desarrollan en el libro, como se indica en la contraportada del mismo, son: Socialdemocracia, Estado-Nación, Unión Europea y Federalismo. Y en torno a ellos se articula la reflexión crítica que el autor nos ofrece.
No soy quien para atreverme a realizar una crítica de este libro que merezca tal nombre, algo que con gran acierto realiza Enrique Barón, compañero de Emilio en los gobiernos de Felipe González, en el prólogo del mismo, pero sí quisiera destacar algunos elementos de su capítulo séptimo, Una nueva época. ¿La socialdemocracia revisitada?, y que me permitiré esbozar concatenando una serie de citas del mismo. Espero que el autor me disculpe si no logro transmitir adecuadamente su reflexión. Aquí va:
Asistimos a un cambio de paradigma que encuentra sus fundamentos en el vuelco hacia la desigualdad a partir de loa revolución conservadora, que explosiona en la crisis de 2008 y se sella con la ruptura del vínculo entre el crecimiento económico y la fractura social. No obstante, existe el riesgo de que la pandemia favorezca el crecimiento de los nacionalismos, el auge del proteccionismo y el declive el multilateralismo, lo cual resulta paradójico cuando lo que se requiere son respuestas globales y coordinadas.
Las economías avanzadas no debieran levantar barreras comerciales que perjudicarían gravemente a los millones de personas que viven en los países subdesarrollados, cuando el comercio mundial es el principal instrumento de reducción de la desigualdad entre países.
Cuando se plantea como un dilema la opción entre la seguridad que garantiza el Estado y la libertad que ofrece el mercado, la pandemia no permite elección. El mercado simplemente no funciona.
Después de cuarenta años de reducción de su papel, asistimos a un rearme de lo público y a una perdida de vigor de los ideales y propuestas neoliberales. La deuda pública es un buen ejemplo, ante la crisis por la que atravesamos, no queda sino aprender a quererla y dejar de preocuparnos por ella.
Es el capitalismo desregulado quien erosionó el contrato social posterior a la 2ª Guerra Mundial y quién, con la crisis, acentúa la desigualdad y empobrece y desgasta la democracia, generando la pulsión populista. En paralelo al crecimiento de la desigualdad aumenta el poder de los grandes monopolios tecnológicos y del nuevo capital financiero, el capitalismo de plataformas. Se intensifican las desigualdades en salud, educación y acceso a las tecnologías.
Asistimos a la manifestación más aguda de los problemas del modelo neoliberal y a la aceleración de los cambios del modelo hacia una nueva gran transformación del sistema en la que las políticas socialdemócratas podrán reconocerse nuevamente. Y lo que en realidad está impulsando y orientando el sentido de esta gran transformación es el excepcional protagonismo del Estado en la vida económica y social. En un triple sentido, protegiendo la salud, con medidas ultraexpansivas de carácter fiscal y monetario y con mecanismos de soporte transitorio a los sectores sociales más afectados, que conllevan solidaridad y mutualización de riesgos, e impulsando reformas de transformación de los modelos de crecimiento para hacerlos más sostenibles e inclusivos socialmente.
Necesitamos un Estado que prepara y no solo repara. Con un nuevo marco tributario, de alcance necesariamente supranacional, que aborde la injusticia fiscal, la lucha contra los paraísos fiscales, con propuestas de nuevos gravámenes sobre la riqueza, mínimos significativos del impuesto de sociedades para las grandes empresas multinacionales y la tasa a las tecnológicas, entre otras opciones para aplicar a escala global. Con políticas que impulsen decididamente la educación y la formación, con objetivos claros en el compromiso climático y la transición energética. Cuestiones que reclaman respuestas, como mínimo, europeas.
Frente a las tendencias populistas al refugio bajo las fronteras del Estado-nación y a las dificultades y limitaciones de los partidos tradicionales para compartir soberanía nacional y avanzar en la construcción de una UE de corte federal, se vuelve ineludible hacer realidad el ideal de una Europa más fuerte democráticamente y más capaz económicamente. Para la socialdemocracia, esa Europa debe ser la nueva frontera por compartir.
La urgencia en la necesidad de proteger el sistema ha hecho nacer un amplio consenso acerca del liderazgo del Estado y las políticas públicas de corte socialdemócrata.
Bien, ese sería un bienintencionado resumen de lo expuesto por Emilio Pérez Touriño en este capítulo, pero si quedara así pareciera que el modelo neoliberal hubiera caído exánime y que el cambio de paradigma, el restablecimiento del modelo socialdemócrata, no tuviera marcha atrás. Pero sería deturpar la reflexión que el autor nos ofrece. Faltaría una parte esencial, un claro y rotundo aviso de que todo está por hacer en esta encrucijada en la que nos encontramos. De ahí el título de esta entrega:
«Pero insisto, el camino no está escrito»
Algo que Emilio expone de forma clarividente en el siguiente párrafo:
«Pero insisto, el camino no está escrito. Porque la alta concentración de la riqueza en pocas manos, la redistribución negativa del ingreso en favor del capital, el crecimiento de la desigualdad, con la precarización del trabajo y el bloqueo del ascensor social para las jóvenes generaciones, contribuyen a socavar los cimientos de la democracia y está por ver si esta es capaz de garantizar la cohesión social y la estabilidad del sistema. Existe un profundo descontento con el sistema y es incierta cual pueda ser su evolución».
En definitiva, una llamada a remangarnos y a ponernos a la tarea. Y un apunte a los ejes de lo que el denomina una reactualizada salida socialdemócrata: crecer, reformar y redistribuir. Y, además, profundizar en la federalización, no solo en clave europea, sino también en lo que atañe a nuestro sistema autonómico.
Sobra decir que me parece un libro de recomendable lectura y solo me queda felicitar a Emilio Pérez Touriño por su publicación. Y nótese que únicamente hago referencia a uno de sus capítulos, lo cual espero sirva para animar a la lectura del libro en su integridad.