De Gila a Aute: «Alguien ha matado a alguien y nos va la vida en ello»

“Alguien ha matado a alguien…”, así comenzaba Gila su hilarante y conocido relato acerca de la detención de Jack El Destripador. Un memorable gag del gran humorista español solo comparable con la hilaridad que nos producirían las continuas manifestaciones del coro de los neonegacionistas del cambio climático y resto de la banda de asesinos silenciosos que pululan por nuestro planeta,  de no ser por las muertes a millones que estos causan.

Diario de Pontevedra, 19/11/2022

Hablamos del cambio climático, pero también de la pobreza y la desigualdad, los grandes asesinos que, de forma continua e incansable, dejan una estela de muertes día tras día.

La Organización Mundial de la Salud, ya en septiembre del pasado año, atribuía a la contaminación del aire siete millones de muertes prematuras y la pérdida de millones de años de vida más saludables. En  noviembre del mismo año, un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente advertía que la polución provocó en la UE 307.000 muertes prematuras en el 2019, advirtiendo que son las enfermedades cardíacas y los accidentes cerebrovasculares las causas más frecuentes de muertes y, a continuación, las enfermedades más vulnerables.

El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, a principios de este año, en su documento «Derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible: el medio ambiente Tóxico», exponía que “mientras que la emergencia climática, la crisis mundial de la biodiversidad y la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19) acaparan los titulares, la devastación que la contaminación y las sustancias peligrosas causan en la salud, los derechos humanos y la integridad de los ecosistemas sigue sin suscitar a penas atención. Sin embargo, la contaminación y las sustancias tóxicas causan al menos 9 millones de muertes prematuras, el doble del número de muertes causadas por la pandemia de COVID-19 durante sus primeros 18 meses”.

La plataforma Human Climate Horizons, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, nos señala que “el cambio climático tendrá un impacto masivo en las personas de todo el mundo y potencialmente provocará una expansión significativa de las desigualdades en los próximos años y décadas”. Desigualdades en la salud entre países, pero también dentro de cada país, con el agravante de que podrán llegar a ser irreversibles.

Hace pocos días, podíamos leer las reseñas de los últimos informes de The Lancet Countdown y Climate Action Tracker que denuncian el incumplimiento de los compromisos para frenar el cambio climático, tanto por parte de países como de grandes empresas, lo cual incidirá, denuncian, en un fuerte incremento de enfermedades y muertes, hambrunas y desastres naturales extremos.

Pero todo asesino necesita de colaboradores necesarios, y aquí podemos citar, además del capitalismo exacerbado, el desprecio a la ciencia, la banalidad de los discursos, las brechas educativas y culturales o, por utilizar el título de la última obra de Manuel Cruz, mi filósofo de guardia: «El Gran Apagón: el eclipse de la razón en el mundo actual». Un apagón nada espontáneo y que bien conviene a aquellos que pretenden dirigir al mundo desde la emoción y no desde la razón, entendiendo que es una forma mucho más sutil y eficaz de conseguir sus propósitos.

Resulta recurrente, incluso pareciera simpático, recordar con sarcasmo al primo de Rajoy,  las barbaridades que suelta una Ayuso sin complejos, los silencios de Feijóo o los múltiples improperios de la ultraderecha sobre el tema. Pero no toca o, mejor dicho, nos toca a cada uno de nosotros tomar claro partido para afrontar esta situación. Y no valen excusas, porque lo cierto es que, como diría Luis Eduardo Aute, “nos va la vida en ello”.

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