Abolicionistas de la pobreza
La pobreza y la desigualdad en nuestro país no son precisamente asignaturas de cuyas calificaciones podamos presumir. Los datos nos indican que queda mucho trabajo por hacer en estos dos ámbitos de actuación. No obstante, creo que podemos congratularnos de las cifras que señalan los recientes indicadores y que nos muestran que ahora caminamos en la buena dirección, habiendo rebajado la pobreza y la desigualdad no solo a niveles anteriores a la pandemia, sino también anteriores a la gran crisis económica de 2008.
Matthew Desmond es un reputado sociólogo y especialista en temas de pobreza, desigualdad y vivienda, habiendo escrito varios libros sobre estos temas referidos al ámbito de Estados Unidos. «Evicted: Poverty and Profit in the American City» («Desahucios: Pobreza y Lucro en la ciudad americana») es uno de sus libros de referencia, y, recientemente, ha publicado «Poverty, by America» («Pobreza en América»).
En sus libros, Matthew Desmond analiza la pobreza y la desigualdad y nos las muestra como un problema complejo que necesita ser atendido contemplando todos los factores que lo conforman. Pero la complejidad del problema no puede ni debe ser utilizada como excusa para la parálisis política en acometerlo, antes bien, precisa que se convierta en la misión principal de las instituciones públicas, de los gobiernos, y ser el principal desafío de nuestra sociedad. Por lo tanto, debe implicar el análisis riguroso de las causas que lo provocan e implementar aquellas medidas que se consideren más convenientes para conseguir los objetivos esperados que no pueden ser otros que la eliminación de las tasas de desigualdad y pobreza o, cuando menos, su drástica reducción.
Desmond, en sus escritos, apunta varias medidas que entiende pueden servir a la causa de manera eficaz. Las principales serían las siguientes:
1. Incrementar el salario mínimo de forma que la cobertura de las necesidades básicas de las y los trabajadores esté asegurada.
2. Implantar un ingreso mínimo vital a aquellos que carezcan de otros ingresos.
3. Facilitar el acceso asequible a una vivienda.
4. Disponer de servicios públicos esenciales, sanidad y educación, de calidad al alcance de toda la ciudadanía.
Sí comparamos las recomendaciones realizadas por el sociólogo estadounidense con las medidas tomadas por el actual gobierno presidido por Pedro Sánchez, veremos que existe un alto grado de paralelismo entre ellas.
Del Salario Mínimo Interprofesional ya se ha hablado mucho, en ocho años del gobierno de Rajoy se incrementó en un 14%, en cinco años del actual gobierno, el incremento fue de un 47%, de 10.290 a 15.120 euros.
«Boosting poor people’s incomes by increasing the minimum wage or public benefits, say, is absolutely crucial»
(Impulsar los ingresos de las personas pobres aumentando el salario mínimo o los beneficios públicos, por ejemplo, es absolutamente crucial.)
El Ingreso Mínimo Vital ha sido otro de los derechos incorporados en la actual legislatura y que ya cuenta con más de 1.700.000 beneficiarios en nuestro país. Y sin duda, la optimización de su puesta en servicio permitirá reforzar y ensanchar su importante papel como elemento básico de justicia social.
En cuanto a disponer de servicios públicos esenciales de calidad, valdrá decir que los presupuestos de Sanidad y Educación se incrementaron un 145% y un 62% respectivamente si los comparamos con los últimos presupuestos del gobierno del Partido Popular. Y, algo muy importante, la partida de becas se incrementó en mil millones, alcanzando la cantidad de 2.548 millones de euros.
Respecto a la vivienda, la recientemente aprobada Ley de Vivienda, la primera de nuestra democracia, señala los caminos que buscan que lo que ahora es un problema, acceso asequible a una vivienda, se convierta en una solución. Un conjunto de medidas, con especial énfasis en los jóvenes y los colectivos más vulnerables que se suman a las ya iniciadas con anterioridad y que tratan de que la vivienda, como indica nuestro texto constitucional, se convierta en un derecho y no en una quimera.
Es una obviedad el decir que la simple construcción de viviendas no soluciona el problema si, al mismo tiempo, el esfuerzo económico para poder alquilar o adquirir una vivienda deviene en misión imposible a causa de bajos salarios, alta inflación o déficit de políticas de ayudas selectivas.
De ahí que concluyamos en la necesidad de una gobernanza progresista que continúe desarrollando y evaluando, como elemento fulcral de su acción política, el conjunto de medidas necesarias en pro de la eliminación de estas dos lacras: desigualdad y pobreza.
Saber, como se decía al principio de este artículo, que vamos en la buena dirección solo puede servir de acicate para continuar con esta crucial misión. Como sociedad, bien nos puede valer la frase que Desmond Matthew utiliza para autodenominarse: “ser abolicionistas de la pobreza”.