¿Salud Pública? No pienses como un médico

El título exacto del artículo de Erich Reinhart, publicado en “The Nation”, que da pie a este texto es el siguiente: “Want to fix Public Heath? Stop Thinking Like a Doctor” (¿Quiere arreglar la Salud Pública? Deje de pensar como un médico). Un artículo que, aunque enfocado al sistema sanitario estadounidense, creo que puede enriquecer el debate acerca de la Salud Pública en nuestro país.

La reflexión de Reinhart no resulta novedosa conceptualmente, pero sí pertinente para el momento actual. Sin duda, ya en los siglos XVIII y XIX, J. P. Frank o Rudolf Virchov se erigían como referentes de lo que se denominaba como medicina social. El primero de ellos sintetizó sus postulados en esta frase: «La miseria del pueblo es la madre de todas las enfermedades».

Publicado en el Diario de Pontevedra, 21/04/2023

Dicho de otro modo, lo que denominamos Salud Pública no puede reducirse a «cosas de médicos» sino que es el resultado del modelo de sociedad en la que vivimos o, si se quiere, del conjunto de políticas públicas que implementan los gobiernos.

No es difícil recurrir a elementos obvios como son las infraestructuras de abastecimiento de agua potable o las de saneamiento, por cierto, estas últimas aún todavía por completar en una parte no menor de Galicia. El derecho al seguro de paro, a las bajas por enfermedad, saber que no acudir a trabajar por encontrarse enfermo no implica la pérdida del puesto de trabajo, o el derecho a una pensión al finalizar la edad laboral, fueron, entre otras, esforzadas conquistas sindicales que contribuyeron a la mejora de la salud colectiva.

Sin embargo, ya en el siglo XXI, debemos mencionar otros factores que inciden en gran medida en los niveles de salud de la población y que indican también el grado de compromiso de los gobiernos. Y sin duda uno los factores más importantes es el nivel de desigualdad de un país.

La esperanza de vida no es un resultado aleatorio, que en EE.UU. los ciudadanos más ricos vivan diez años más que los pobres no es una casualidad, responde a una realidad que se concreta en decisiones políticas. Y un estudio de hace pocos años, concluía que, por ejemplo, en la ciudad de Madrid hay una diferencia de casi 7 años de vida entre los residentes de unos barrios y de otros, reflejo de las desigualdades en la situación socio-económica de sus habitantes.

Así pues, además de la decidida apuesta del actual gobierno por nuestro Sistema Sanitario Público, debemos poner en valor otros conjuntos de medidas que influyen de manera notable en la mejora de la salud de la ciudadanía y que van en la línea de rebajar el índice de desigualdad existente en nuestro país o, si se prefiere, reducir la tasa de riesgo de pobreza y/o exclusión social . Citaré algunas de ellas.

La eliminación del Copago Farmacéutico implantado por el gobierno de Rajoy en el año 2012 y que provocó el que los sectores más vulnerables tuvieran que plantearse renunciar a parte de los medicamentos que debían adquirir por prescripción facultativa.

El incremento del Salario Mínimo Interprofesional en un 47%, de 735 a 1.080 euros mensuales, un incremento de casi 5.000 euros al año, la implantación del Ingreso Mínimo Vital, un nuevo derecho que refuerza la dignidad y la calidad de vida de aquellos que carecen de otro tipo de prestación económica, y la Ley de Dependencia, el apoyo para cuando una persona no puede valerse por símisma.

La implantación de una Reforma Laboral que, reduciendo la temporalidad e incrementando el empleo indefinido, aporta un nivel mayor de seguridad a la hora de plantearse un proyecto vital, además de situar la prioridad de los convenios de sector como puntos de partida a la hora de negociar los convenios de empresa.

La decidida apuesta por la Educación, por nuestro sistema educativo público, con la mayor partida de Becas y Ayudas de la historia. No faltan estudios que demuestran la importancia de facilitar el acceso a una educación de calidad y su influencia en el incremento de la esperanza de vida.

Por cierto, en el mismo artículo de Reinhart podemos leer como la agenda de privatización, desregulación y de mercados libres de EE.UU. lo que pretende es que el gobierno se retire de la provisión pública de servicios para así maximizar las oportunidades de obtener ganancias privadas. Una cuestión, afirma el autor, que no solo exacerba la desigualdad, erosiona la base material para la confianza y lleva a la plaga de la desconfianza pública.

Por lo tanto, creo que es de justicia constatar también la gran apuesta en sanidad pública realizada por este gobierno en los Presupuestos Generales del Estado, un incremento en esta legislatura de un 145% respecto del último presupuesto del Partido Popular.

Finalizo remarcando y advirtiendo del peligro de las políticas neoliberales de derecha y ultraderecha que priorizan la economía sobre la salud. En frase de Einhart: «La salud pública privatizada no es, de hecho, una política defendible». Defendamos lo que pensamos.

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