Reescribiendo a Marx: Tesis XI
En un reciente y excelente artículo, Manuel Cruz, gran filósofo y compañero de fatigas en la política cotidiana, hace referencia a la tesis XI de Karl Marx sobre Feuerbach y propugna su reformulación. “Nada depende ya de nosotros” es el indicativo título de tal artículo publicado en La Vanguardia.
Recordemos el literal de la tesis XI de Marx: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Una llamada a la acción, a la praxis, y una ruptura del filósofo alemán contra quienes se quedan en lo abstracto, concretamente contra Hegel y los idealistas.
Manuel Cruz, haciéndose eco de esa tesis, nos invita a considerar su reformulación tomando en consideración la realidad de los tiempos actuales en que nos toca vivir. Una reformulación que resulta de extrema dureza, pero que, comparto con él, responde, cual fiel fotografía, al momento por el que la humanidad está atravesando.
Cruz, de forma modesta (según sus propias palabras), transforma la tesis XI dejándola del siguiente modo: “Hasta ahora los hombres se han dedicado a intentar transformar la realidad, de lo que se trata a partir de ahora es de que consigan sobrevivir a ella”.
No puede estar más atinada la frase para los tiempos que corren. Lo primero que se nos puede venir a la cabeza es el cambio climático, el peligro que algunos ya dan por irreversible de convertir nuestro planeta en un lugar en el cual la raza humana, la vida en general, corran peligro de extinción. Pero pecaríamos de reduccionistas si nos quedáramos ahí.
La pandemia por la que estamos a atravesar le hace recordar a Manuel Cruz aquellos momentos en los que se decía que saldríamos de ella siendo mejores, “más fuertes, más solidarios, más responsables”, pero la realidad no parece apuntar en esta dirección.
El crecimiento de la desigualdad en el mundo y, hay que decirlo, también en nuestro país, se ha acelerado con la pandemia. Los esfuerzos de solidaridad con las personas y países más vulnerables han sido mucho menores de lo que sería necesario. Por cierto, una solidaridad que no pocos han achacado, no a nuestra conciencia, sino a la necesidad de una barrera protectora que nos alejara del virus a los sectores más acomodados y a los países más prósperos.
Una realidad en la que tampoco hemos sabido, podido o querido abordar problemáticas globales como la hambruna, la sequía o el déficit sanitario y educativo de una amplia geografía del planeta.
Restablecer políticas basadas en valores debiera entenderse como cuestión prioritaria si, como nos recuerda la reformulación de la tesis XI de Manuel Cruz, pretendemos conseguir sobrevivir a la realidad que hemos creado. Lo fácil será echar la culpa a “los políticos”, pero esto sería lo mismo que utilizar la estrategia del avestruz, pretendiendo ignorar que la política es reponsabilidad de todos y a cada uno de nosotros, aunque –seguramente- de unos más que de otros.
Política con mayúscula basada en valores y valores que deben impregnar todas las estructuras que la conforman. En su libro “Nueva socialdemocracia”, Manuel Escudero nos señala que “un partido desideologizado es un partido que avanza a marchas forzadas hacia la tecnocracia, es decir que termina por poner el foco en las cuestiones técnicas sobre la base de presupuestos ideológicos conservadores, que avanza hacia políticas sin alma, basadas en cálculos electorales de corto plazo o de mercadotecnia y que, en consecuencia, pierde el ímpetu reformador que hoy necesita”.
Los socialistas debemos tomar buena nota de estas palabras de Escudero, lo sucedido en Francia con el partido socialista, acompañado por el preocupante auge de la extrema derecha, es algo que necesita afrontarse desde la profunda reflexión de los partidos progresistas. La parresía ha de ser la actitud desde la cual afrontar el necesario debate para que el alma, los valores del socialismo, no figuren ausentes de las políticas públicas. Parresía en el sentido que le da Michel Foucault, aquél en que “el hablante usa su libertad y elige la franqueza en vez de la persuasión, la verdad en vez de la falsedad o el silencio, el riesgo de muerte en vez de la vida y la seguridad, la crítica en vez de la adulación y el deber moral en vez del auto-interés y la apatía moral”.