Los ojos del hermano eterno: Gobernar significa remangarse

Comienzo con este libro de Stefan Zweig, «Los ojos del hermano eterno», una segunda edición de la serie a la que ya he denominado el pasado año como «Lecturas pendientes de verano». Si algo echo de menos en la vida política del Congreso es, precisamente, la falta de tiempo para disfrutar del placer de leer con el conveniente sosiego y el verano ofrece la oportunidad de saldar más de una deuda pendiente.

El libro de hoy es un delicioso y pequeño opúsculo, apenas unas setenta páginas, lo que permite leerlo de una sentada. En cuanto a su argumento, permitidme que utilice el que aparece en la Wikipedia que creo resume bien el contenido del libro:

La obra narra el camino de un guerrero llamado Virata hacia la purificación. La novela se halla ambientada en la India durante la época de Gautama Buddha (siglo VI a. de C.) en la corte de un rey Rajput, siendo su protagonista el guerrero Virata (Virâta, voz sánscrita: n.m. 1. Una de las formas de Dios, 2. kshatriya, guerrero; adj.: “descomunal”, “poderoso”). Su argumento es como sigue. Una rebelión en el reino obliga al rey a poner al mando de sus ejércitos a Virata, famoso guerrero al que el pueblo otorga el título honorífico de “Espada centelleante”. Virata, fiel en el cumplimiento de sus deberes de casta, acepta defender al rey sin preguntar quiénes son los enemigos. Sofoca la rebelión y, tras el combate, al contar los muertos en el campo de batalla, descubre el cadáver de su hermano, muerto por su mano y cuyos ojos fríos le miran acusadores. La transformación se inicia. Es todo un símbolo en acción el que la novela transcurra en el época de Buda, pues la compasión por los seres vivientes (kâruna) inunda el corazón del guerrero. Virata considera que, quien mata a un semejante, está matando a un hermano y renuncia a sus prerrogativas de general victorioso. Sus experiencias le llevan a asimilar en sí las enseñanzas de la filosofía del Bhagavad Gîtâ a este respecto y, siguiéndolas, llega por fin al sendero correcto que conduce hacia la autorrealización, todo esto le lanzará por diversas etapas como guerrero, juez, noble, anacoreta, en busca de la libertad y la tranquilidad de espíritu. Al final descubrirá que sólo quien es útil es libre: quien da su voluntad a otro y su energía a una labor.

El libro comienza con esta referencia al Canto Tercero del Bhagavad-gītā:

No por evitar la acción
se libra uno de hacer,
así, ni por un momento
puede dejar de actuar.

Virata, a través de su camino de búsqueda, que empieza como gran guerrero y acaba como cuidador de perros, llega a una conclusión semejante al término del mismo. Sus palabras finales, incomprendidas por aquellos que le rodean, reflejan la sabiduría alcanzada al final de su sendero vital:

Quería estar libre de culpa y he evitado toda acción, pero aun así no he dejado de estar envuelto en la red que los dioses han impuesto a los hombres.

También la no acción es acción.

Quizá sea la deformación profesional la que me hace conectar estas palabras de Vitara con la política. No hace falta dar nombres de políticos/gobernantes a los que se les ha achacado su indolencia y falta de acción de gobierno. Guiados por el texto de Zweig y del Bhagavad-gītā tendremos que convenir que tales acusaciones son erróneas desde el punto de vista de que toda «no acción» no deja de ser una «acción».

Cobra así sentido la frase pronunciada por el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el reciente Comité Federal del PSOE:

La inacción es un error seguro.

De no ser una acción, la inacción nunca podría tener la consideración de error. Lo que podríamos llamar el «dolce far niente» sería así un seguro de vida por parte de aquellos que pretendieran no equivocarse nunca. Sin embargo, la vida real, no funciona así, aunque no sean pocas las veces que tal estrategia parezca alzarse con las mieles aparentes del triunfo. Mientras tanto, me quedo con otra de las frases de Sánchez en ese mismo acto:

Gobernar significa remangarse y afrontar los problemas … y no cruzarse de brazos.

APUNTE FINAL: en la foto que encabeza esta entrega puede verse una hoja manuscrita del propio Stefan Zweig. Es el texto que redactó poco antes de que él y su mujer se suicidaran por culpa de una Europa que se destruía a sí misma. Ya se habían trasladado a Brasil y de ahí que la carta, escrita en alemán, tuviera como encabezado la palabra «Declaraçao». Puede leerse una magnífica crónica sobre este suceso accediendo a este enlace del periódico EL PAÍS.

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