La puta bolita

Me contaba un gran amigo que, cuando vino a estudiar la carrera universitaria a Madrid, sus padres, gente modesta, le advirtieron que nunca hiciera caso de los trileros que se instalaban en las calles madrileñas. Que los trileros, por mucho que se lo hicieran ver fácil, contaban con ganchos para incentivar la participación de gente honrada que pronto vería desaparecer sus dineros. Pero, además, también le insistieron en que ni siquiera se detuviera a ver el espectáculo porque, además de los que actuaban como ganchos, allí se colocaban hábiles carteristas deseosos de afanar los cuartos de un público concentrado en los pases de la bolita.

Pues bien, la situación política actual, me seguía diciendo mi amigo y no pude menos que coincidir plenamente con él, le recordaba ese episodio de sus años mozos. También ahora hay mucha gente tratando de que solo focalicemos la bolita que interesa a derechas y populistas y nos olvidemos de todo lo demás. Mientras tanto, tranquila y sutilmente, intentan robarnos la cartera.

De este modo, en la agenda pública, en el debate público, esa puta bolita, su puta bolita, en palabras de mi interlocutor, es de lo único que quieren que se hable. Lo peor es que muchas veces, y a nuestro pesar, lo consiguen.

La puta bolita adopta diversas formas para que no canse. La puta bolita supone sacar un día a la ETA al estrado, otro día le toca el turno al independentismo, en otra ocasión le toca la vez a la reforma de la sedición y de la malversación, otrora a la malvada inmigración o, por poner un ejemplo más, a los efectos indeseados de la ley del solo sí es sí. Claro está, y aún para más inri, deformando y desfigurando tales materias.

Y mientras tratan de hacernos ver la puta bolita que toque ese día, pretenden lograr que los grandes avances sociales se desvanezcan y apenas ocupen espacio en los medios de comunicación, en las tertulias y en las conversaciones familiares y de bar.

Pareciera así que la subida del salario mínimo, un 47%, la mayor de la historia en una legislatura, que beneficia en gran medida a mujeres y jóvenes y que contribuye en buena medida a reducir la brecha salarial, se quede en un asunto menor, que pase de puntillas y, aun así, con la infame coletilla de que provoca disminución del empleo, cuestión bien desmentida por la realidad de un país que cuenta en estos momentos con su máximo histórico de personas ocupadas.

Una puta bolita para que la aprobación de nuevos derechos, como el Ingreso Mínimo Vital o la Eutanasia, no merezcan un titular, como tampoco una Reforma Laboral que ha devuelto dignidad y derechos a los trabajadores y ha conseguido una disminución histórica del trabajo temporal en nuestro país.

Obviamente, la puta bolita nunca señala a los 1.000 millones que el gobierno de Pedro Sánchez destina de forma finalista a la Atención Primaria en las CC. AA., ni a los 100 millones del plan de Salud Mental, ni al 40% más de plazas en formación sanitaria especializada o el 36% más en Medicina de Familia. Y mucho menos nos señala, la puta bolita, a los recortes en sanidad pública efectuados por el Partido Popular de una Ana Pastor a la que, cuando habla de este tema, le conviene, y mucho, su desmemoria selectiva.

La puta bolita tampoco apunta nunca a la mayor partida de Becas y Ayudas de la historia para nuestros estudiantes, menos aún a la gran apuesta histórica por la Formación Profesional. No digamos ya lo que supone el garantizar la subida de las pensiones según el IPC.

Una puta bolita con la que pretenden que ignoremos los beneficios en la factura de la luz de la excepción ibérica (un total de 4.500 millones de ahorro) que, junto con el resto de medidas desplegadas por el Gobierno, consiguen que tengamos la menor inflación de los países de nuestro entorno. Qué vamos a decir de quienes pretendieron entorpecer, cuando no impedir, que los fondos europeos llegaran a nuestro país.

Con la palabra panoplia, según nos dice el diccionario, se denomina a una colección de armas ordenadamente dispuestas. Pues bien, los trileros actuales han aumentado su colección de forma acorde con los tiempos. Redes sociales, canales de televisión o emisoras de radio son hoy puntas de lanza donde ganchos y carteristas actúan con mayor eficacia. ¡Ojo!, todo ello sin cambiar el objetivo básico de sus acciones: estafar al espectador.

No debemos distraernos ni minimizar los efectos que persiguen quienes dirigen el juego del trile. Nos toca, por responsabilidad, expandir y hacer buen uso del consejo de los padres de mi querido amigo: «Nunca mires a la puta bolita y márchate de cualquier sitio donde se instalen los trileros con sus ganchos y carteristas». Un gran consejo para ayer que sigue siendo excelente para hoy.

Nota: Artículo publicado en el diario digital infoLibre el 16/02/2023 (https://www.infolibre.es/opinion/plaza-publica/puta-bolita_129_1427701.html)

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