La buena economía no cabe en un tuit

«Buena economía para tiempos difíciles», ese es el título del libro escrito por Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo, ganadores del Premio Nobel de Economía en 2019, que estos días ha pasado por mis manos. En el libro, ambos economistas realizan una documentada exposición de aquellos temas que hoy son carne de debate en el mundo de la economía y que ocupan buena parte del tiempo de opinadores, tertulianos, vecinos de escalera o compañeros de barra.

El subtítulo del libro, «En busca de mejores soluciones a nuestros mayores problemas» acompañado por la imagen de la llave inglesa podría darnos la engañosa sensación de que estamos ante un recetario más de unos economistas que pretenden vendernos una lista efectista de remedios para los tiempos que corren. Pero nada más lejos de la realidad, la modestia con la que hablan de la ciencia económica y de sus posibilidades reales para mejorar la sociedad es muy de agradecer, sirvan estas citas como ejemplo:

«Los economistas somos más como fontaneros; resolvemos problemas con una combinación de intuición basada en la ciencia, suposiciones apoyadas en la experiencia y mucho ensayo y error».
«Todo el mundo comete errores. Sin embargo, lo peligroso no es equivocarse, sino estar tan enamorado de las ideas propias como para impedir que los hechos se interpongan. Para hacer progresos, tenemos que volver constantemente a los hechos, reconocer nuestros errores y continuar».
«Una gran parte del trabajo del economista se parece mucho a eso. Como en la medicina, nunca estamos seguros de haber alcanzado la verdad, solo de que tenemos la suficiente fe en una respuesta como para actuar en consecuencia, sabiendo que quizá más adelante tengamos que cambiar de opinión. También como en la medicina, nuestro trabajo no acaba cuando la ciencia básica está hecha y la idea fundamental establecida; es entonces cuando comienza el proceso de introducir la idea en el mundo real».

Banerjee y Duflo, muestran una gran preocupación de cómo en la sociedad actual abunda lo que ellos denominan «mala economía» encarnada, por seguir con sus palabras, por bustos parlantes de traje y corbata que con mucha jerga están siempre en disposición de realizar afirmaciones y predicciones que les confiere una falsa autoridad, puesto que sus predicciones son muy malas porque con frecuencia son imposibles, ignorando la importancia de las pruebas y, no pocas veces, orientadas por intereses económicos de las empresas a las que se deben.

De cada uno de los temas que tratan en su libro (inmigración, globalización, comercio, impuestos, desigualdad,…), los autores analizan situaciones concretas ocurridas en distintos países y sus efectos, casos que acompañan de investigaciones sobre las consecuencias producidas y apuntando cuáles serían las enseñanzas que debiéramos extraer a la hora de orientar las políticas económicas y que muchas veces nos sorprenderán.

De ese modo, los autores pretenden hacernos ver que a esa búsqueda de una mejor solución solo puede llegarse a través del estudio y análisis reflexivo de los datos reales, los argumentos sosegados y las conclusiones razonadas, para sí poder poner fuera de fuera de carrera a las falsificaciones de noticias, a la manipulación de los datos y a la venta de soluciones simples que provoquen en la ciudadanía un fuerte estado emocional sin ninguna base racional que lo sustente.

«El único recurso que tenemos contra las malas ideas es estar atentos, resistir la seducción de lo «obvio», ser escépticos con los milagros prometidos, cuestionar las evidencias, ser pacientes con la complejidad y honestos acerca de lo que sabemos y de lo que podemos saber. Sin esa vigilancia, los debates sobre problemas complejos se vuelven eslóganes y caricaturas, y el análisis de las medidas políticas se sustituye por remedios de charlatanes».

El titular de esta entrega, «la economía no cabe en un tuit», aprovecha una cita del libro que resume claramente este punto de vista, porque como ellos nos indican:

Por supuesto, en la mayoría de las naciones del Occidente rico a estas alturas el crecimiento lento no es nada nuevo, pero lo que hace particularmente preocupante la situación es la rápida descomposición del contrato social que observamos en todos esos países. Parece que hemos regresado al mundo dickensiano de “Tiempos difíciles”, con los ricos enfrentándose a unos pobres cada vez más alienados, sin una solución a la vista. […]
Y tal vez lo más urgente, ¿cómo puede ayudar la sociedad a todas esas personas a las que los mercados han dejado atrás? Las respuestas a estos problemas no caben en un tuit. De modo que existe el impulso de simplemente rehuirlos.

Y aunque los autores nos señalan con pesar, cuestión que subscribo, que «por su naturaleza, en la actual cultura de los medios no hay espacio para las explicaciones largas o sutiles», puedo afirmar que no es el caso de este libro cuya lectura es absolutamente recomendable.

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