A propósito de la negociación BNG-PSOE

Como sabrán, mi agrupación ha decidido que me incorpore a la comisión negociadora entre el BNG y el PSOE que tiene como finalidad tratar de alcanzar un acuerdo de gobernabilidad entre estos dos partidos en el ayuntamiento de Pontevedra. Un acuerdo que puede decantarse por distintas fórmulas y que debiera responder al compromiso de ambas formaciones políticas para alumbrar la mejor opción para los intereses del conjunto de los habitantes de esta ciudad.

A nadie se le esconde que los acuerdos de este tipo parten de un notable grado de dificultad, máxime cuando su elaboración transcurre a los pocos días de una campaña electoral en la cual se tiende a la hipertrofia de las diferencias programáticas, pero tal complejidad no puede ni debe en ningún caso tomarse como excusa en la búsqueda del fin ambicionado.

El principio de transparencia es en estos tiempos un concepto que cuenta con un alto predicamento en la agenda pública de la democracia, llegando casi a alcanzar el status de valor absoluto, cuestión aparte es que las referencias a la transparencia se realicen siempre con la significación adecuada.

En estos tiempos sucede que transparencia y espectáculo van demasiadas veces de la mano produciendo una contaminación de los procesos, cuando no entorpeciendo o haciendo imposible alcanzar la meta prevista. Trataré de explicar esta cuestión con el ejemplo concreto de la actual negociación BNG-PSOE.

Diario de Pontevedra, 11/07/2023

El pasado jueves, día de la primera reunión entre ambos grupos políticos para iniciar conversaciones, hubo que dar, al finalizar la misma, una rueda de prensa para explicar el contenido de dicho encuentro. Como punto de partida de las negociaciones, tal exposición pública cobra todo el sentido, si bien, como así fue, no se podría esperar más que una amable declaración de (buenas) intenciones.

«Ahora, cada día que os reunáis, tendréis que dar una rueda de prensa explicando los avances, si los hay, o los escollos que los impidan», me decía un compañero con toda naturalidad cuando salimos a la calle. Y precisamente a esto me refiero al hablar del binomio transparencia-espectáculo.

Una cuestión es la total y absoluta transparencia que debe darse en el traslado a la ciudadanía de los acuerdos (o desacuerdos) que se produzcan como resultante del trabajo de las negociaciones y otra, bien distinta, es convertir el día a día de la comisión en una especie de «reality show» que pretenda la casi transmisión en directo de cada jornada.

Cuando la transparencia se impone a la discreción debida en el quehacer del proceso negociador, los resultados no suelen ser precisamente buenos. La retransmisión en directo, en tiempo real, hora y resultado, no es el modelo más conveniente cuando realmente se pretende llegar a buen puerto. A lo largo de mi vida política he participado en no pocas reuniones como para haber comprobado que tal modelo –hora y resultado- condena el trabajo discreto e imposibilita el objetivo pretendido.

Por cierto, no se entienda de esta línea argumental que estoy dirigiendo el dardo directamente a los profesionales de la información como culpables de este tipo de situaciones. También desde la llamada «clase política», en la que por supuesto me incluyo, tenemos ejemplos –no pocos- en los que se apuesta por el espectáculo antes que por la discreción, con el poco edificante objetivo de aparentar un gran esfuerzo por lograr aquello que de antemano se rechaza.

Aguardo que este no sea el caso y que en las negociaciones BNG-PSOE en nuestra ciudad se pueda alcanzar un gran pacto entre ambas formaciones política que permita una gobernanza exitosa y que, en los cuatro años de singladura, con el debido respeto, inteligencia e, insisto, discreción pudiera incorporar a los grandes consensos al Partido Popular –de ellos y de su responsabilidad también depende-, pues son justamente los grandes acuerdos los que perduran y consolidan los avances de un proyecto de ciudad.

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