Trump: Hacer bueno a Herodes

Vivíamos nosotros en el segundo, y mis tíos en el primero. Cuando llegaba diciembre, mis primos montaban un Belén que, desde mi perspectiva infantil, era monumental. En él, sobre una montaña de piedras y musgo, se alzaba el castillo de Herodes, hecho de cartón piedra y mala fama.

Cada día bajaba a casa de mis primos para seguir el avance de los camellos de los Reyes Magos. Vigilaba que no cometieran el error de confiar en Herodes, ese rey cuya única finalidad era matar al niño Jesús. Para ello, necesitaba que los Magos le chivaran el lugar exacto del nacimiento. Pero los Magos, que por algo eran magos, llegaban siempre puntuales al portal de Belén… y, ¡magia!, también a mi casa.

Diario de Pontevedra, 6/10/2025

Herodes, frustrado por no recibir ningún WhatsApp con coordenadas GPS, ordenó matar a todos los varones menores de dos años nacidos en Belén. Un infanticidio en toda regla. (Si leen esto en voz alta, digan “infanticidio” bien clarito, no sea que alguien entienda “genocidio” y lo denuncie).

Pues bien, Trump parece querer ganarle la partida a Herodes. No como cómplice, sino como protagonista. Un infanticida en toda regla, pero sin sangre en las manos -que no es cosa de mancharse-.

Porque si algo sabe hacer el nuevo Herodes es señalar con el dedo. No hacia el pesebre, sino hacia la madre.

La fiebre, que antes era síntoma, ahora es sospecha. Y el paracetamol, que antes era alivio, ahora es pecado. ¿Tomaste algo? ¿No tomaste nada? ¿Consultaste? ¿Te arriesgaste? ¿Pensaste en el niño? ¿Pensaste demasiado en ti?

Así, entre titulares alarmistas y estudios a medio cocer, se instala la duda. Y con la duda, la culpa. Porque atender la fiebre puede ser peligroso. Pero no atenderla, también. Y en ese limbo de decisiones imposibles, algunas madres pierden más que el sueño y se instalan en la ansiedad culpable.

Pero claro, eso no mancha las manos. Solo el historial clínico.

Herodes, al menos, tenía estilo. Un castillo, una corte, una orden sangrienta. Trump, en cambio, lo hace en rueda de prensa, con sonrisa de teletienda y bata de laboratorio prestada.

Ya no hace falta espada ni decreto, basta con estadísticas sacadas de contexto, análisis manipulados, estudios silenciados y conclusiones científicas obtenidas bajo tortura. Trump, el nuevo Herodes, pasea su estampa de vendedor de crecepelo por los platós sin sangre en las manos, pero el algoritmo bien afilado, a modo de fino estilete que no deja huella en la autopsia.

Y si todo esto no le da resultado y el niño Jesús fuera a nacer hoy, Trump tiene su Plan B bien montado: ¡fuera vacunas!

Debo  reconocerle a Herodes la gallardía de firmar sus órdenes. Trump se limita a sugerirlas y dejar que el miedo pulse el clic mortal.

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