Miles Davis (con sordina) en el Congreso

Los congresistas entraban en el Salón de Plenos del Congreso. Iniciaban un nuevo curso parlamentario. Tono serio, que siempre queda mejor en la televisión, salvo algunos líderes empeñados en mostrar su trabajada y blanqueada dentadura. De repente, expectación: en la tribuna, desafiante, aparece la figura ectoplasmática de Miles Davis interpretando “Blue in Green”.

Un silencio recorre la sala. Miradas cabizbajas escuchando la suave y serena composición del trompetista. El timbre del instrumento recorre el arco parlamentario, aportando ese tono íntimo y melancólico que produce el acople de la sordina Harmon a su trompeta.

Diario de Pontevedra, 06/09/2025

Sus señorías, unas más que otras, mudan su faz con un rictus que sugiere culpabilidad y mala conciencia. La sordina, ese útil que la RAE define como “pieza pequeña que se coloca en algunos instrumentos para disminuir la intensidad y variar el timbre del sonido”, semeja fuera de lugar.

A quienes toca tomar el turno de palabra se les nota terriblemente incómodos, irritados. El movimiento de sus sillas acompaña el incómodo vaivén de sus cuerpos. Sus trabajados discursos, en contraste con el acogedor timbre de la sordina, son un continuo desfilar de palabras zahirientes  y argumentos vacuos que esperan atronadores aplausos de los de su clan, tal cual las fanfarrias de un circo romano.

La sordina Harmon, en la trompeta virtuosa de Miles Davis, proclama aquello que no quieren oir: que modificar el timbre no oculta el mensaje, lo afina; que la armonía, el matiz y el contrapunto vencen a la futil y engolada amplificación de las diferencias. En suma, que la sordina no oculta el sonido, lo transforma. Y en esa transformación se produce un tono más honesto, más coherente, más constructivo.

Invitaría a la presidenta del Congreso a iniciar el primer pleno del nuevo curso bajo los auspicios de ese “Blue in Green” de Davis y depositar en los sillones de sus señorías, como obsequio, una sordina. No debiera tener que explicar nada, pero, por si las moscas, querida Francina, lleva algo preparado.

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