Quizás no sepamos señalar las coordenadas exactas de Gaza, quizás porque esa referencia ya no se puede expresar en grados, minutos y segundos, sino en cadáveres, ruinas, hambre y muerte.
La tradición rabínica, la mística judía y la Cábala nos remiten a un Tikún Olam, ese ideal de reparar el mundo. Pero cuando esta expresión se acompaña de la palabra Gaza, nos enfrentamos al mejor ejemplo que hoy podríamos enseñar en las escuelas como definición de oxímoron.
«Han convertido el Tikún Olam —ese precepto que invita a reparar el mundo—en Mandamiento de Muerte»
Según la Cábala, el universo parte de un recipiente que se fracturó al no poder contener la Luz Divina. El Tikún Olam representa las buenas acciones y el cumplimiento de los preceptos como argamasa que permite reparar los fragmentos rotos de ese depósito cósmico. Hoy, ese precepto es invocado por un Gobierno que aplica su reverso más tenebroso.
Hace pocos días la organización israelí B’Tselem publicó un informe acusando al Gobierno de Israel de estar perpetrando un genocidio en la Franja de Gaza. Su título no puede ser más revelador: “Nuestro Genocidio”.
Ese grito desgarrador, “Nuestro Genocidio”, en un documento que afirma de forma rotunda:
«Un análisis de la política israelí en la Franja de Gaza y sus terribles consecuencias, junto con las declaraciones de altos cargos políticos y comandantes militares israelíes sobre los objetivos del ataque, lleva a la conclusión inequívoca de que Israel está tomando medidas coordinadas y deliberadas para destruir la sociedad palestina en la Franja de Gaza. En otras palabras: Israel está cometiendo genocidio contra los palestinos de la Franja de Gaza.»

Yuli Novak, directora ejecutiva de B’Tselem, señala la larga deriva hasta llegar a la trágica situación actual: “décadas de desigualdad sistémica, de gobierno militar y de políticas de separación que han normalizado la idea de que los palestinos son desechables”.
Hablar hoy de Gaza evoca la angustiosa paradoja de un Gobierno de Israel que masacra sin piedad mientras enarbola al Dios del Tikún Olam, el Dios que invoca las buenas acciones como acto ético para la reparación del mundo.
Provocar la muerte de niños y niñas negándoles alimento, ametrallar de forma indiscriminada a una muchedumbre desesperada por llevar comida a sus familias, asesinar a madres, recién nacidos, personal médico, educadores, periodistas… Esa es la forma de actuar del Gobierno de Israel: convertir el Tikún Olam —ese precepto que invita a reparar el mundo—en Mandamiento de Muerte.
Permítanme cerrar con otra frase de Yuli Novak que interpela directamente a su propio pueblo: “Los israelíes crecimos preguntándonos cómo pudo ser y ahora nuestro país comete un genocidio en Gaza”.